Aunque su nombre es Capilla de San Telmo, es comúnmente denominada Capilla de las Reliquias en alusión a la cantidad (y a calidad) de las reliquias que en ella se encuentran custodiadas de forma permanente para veneración de los fieles. Este espacio sacro se erige en uno de los más característicos de la catedral tudense, al tiempo que supone uno de sus rasgos más distintivos. No en vano, la existencia de reliquias entronca con la fuerte tradición medieval de las iglesias de peregrinación más relevantes.
Su marcado carácter renacentista atestigua la fecha de su construcción a lo largo del siglo XVI impulsada por el obispo Torquemada cuya heráldica aparece representada en la clave del arcosolio de su sepultura, situada a la entrada de la capilla.
Merecen especial atención la bóveda nervada con pinjantes en sus intersecciones, e igualmente el llamativo altar-relicario que cubre el muro central presidido por la imagen del patrón de la ciudad, San Pedro González Telmo, cuyas reliquias se custodian en esta capilla junto a otras guardadas en los diversos armarios y compartimentos que conforman el retablo, realizado en el siglo XVIII en madera sobredorada.
Por la festividad de San Telmo, son expuestas las reliquias para veneración de los fieles y devotos.
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